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El Cardenal Parolin y su estancia en México


Algunos nos preguntamos el porqué de la visita del cardenal Parolin a México. ¿Fue por la ordenación del obispo? ¿Fue para conocer de primera mano lo que acontece en este país tan vapuleado por la violencia?



A más de uno le ha sorprendido la visita del número dos del diminuto estado Vaticano a nuestro país. Tanto es así que todavía, a una semana de su partida, siguen resonando sus ecos en diferentes medios de difusión. No es muy común que un personaje del nivel del cardenal Parolin haya tenido tanta importancia en el medio político como eclesiástico. No fue una visita de Estado y pareció serlo por los múltiples encuentros que tuvo con personajes del mundo político. Lo recibió el presidente privadamente. Tuvo encuentros con diferentes actores de la vida política tanto del gobierno como de la oposición. Y todavía le quedó tiempo para dirigirse espiritualmente a todo el pueblo de México, tanto desde la Basílica de Guadalupe, donde hizo un llamado a “reconciliarse México consigo mismo, a reencontrarse como hermanos, de perdonarse mutuamente, de unirse como sociedad superando la polarización”, como en Yucatán donde ordenó como Obispo a un sacerdote que será nuncio, es decir, embajador del Papa en Nueva Guinea.



Desde la recepción en la Nunciatura con motivo del aniversario del pontificado del Papa Francisco, no se quedó atrás al decir que “ha llegado el momento de un renovado pacto de mutua colaboración, marcado por un profundo respeto de la legítima distinción entre Estado e Iglesia, un pacto basado en el principio de la laicidad”. Pero, aún fue más lejos al mencionar que


“desde hace algún tiempo se habla de una laicidad positiva y también de una laicidad constructiva en el sentido de que lejos de ser un motivo ulterior de división u oposición al principio de laicidad, le compete, por un lado, respetar y acoger la valiosa contribución que las convicciones espirituales ofrecen a la sociedad y, por el otro, también actuar como barrera para cualquier tipo de desvío fundamentalista o secularista.”


Algunos nos preguntamos el porqué de la visita del cardenal Parolin a México. ¿Fue por la ordenación del obispo?, ¿fue para conocer de primera mano lo que acontece en este país tan vapuleado por la violencia, la corrupción y el narcotráfico?, ¿fue para conocer de primera mano lo que está pasando en la Iglesia en México? Ésta y otras muchas preguntas nos podríamos seguir haciendo, pero nunca sabremos del todo la verdad. Sólo él, en su cabeza y la del Papa, sabrán sobre lo que su visita pretendía en estas tierras que hace algunos años conoció como secretario de la Nunciatura en la época del todopoderoso Prigione y donde México, tanto política como eclesialmente eran muy diferentes.


Desde nuestro punto de vista, México tiene una gran importancia para el Vaticano. Esto no es de ahora. Se ha dicho siempre. Incluso se escuchaba en algunos círculos vaticanos que México era la reserva del catolicismo en Latinoamérica e incluso del mundo. Sin embargo, algo le preocupa al Papa. Su mensaje de renovación eclesial o como él le llama: “la sinodalidad”, es decir, hacer una Iglesia más horizontal donde los laicos y, muy concretamente, las mujeres tengan una voz preponderante, no ha calado entre la jerarquía católica y, por ende, en el pueblo fiel de Dios. El descenso en el número de los católicos es preocupante. Lo curioso que ese descenso que se hace más notable en la Iglesia católica por su número de fieles, no ha significado un aumento en el número de fieles en Iglesias evangélicas. La batalla la está ganando el secularismo.



Por otro lado, hemos escuchado de diferentes voces que el cardenal Parolin ha preguntado a diferentes actores, laicos y eclesiásticos, de la relación de la Iglesia con el gobierno actual. De sobra es sabido que este gobierno, llamado de izquierda, ha estado fomentando por diferentes medios a su alcance, iniciativas que tienen que ver con el tema del aborto, género, matrimonios entre homosexuales, etc. Situaciones que vienen creando tensión entre el poder político y las instituciones de la Iglesia que luchan con todas sus fuerzas por defender la vida desde su concepción hasta la muerte. Pero creemos que algo mucho más delicado les preocupa a las jerarquías vaticanas. Esto es, la falta de cohesión entre los mismos Obispos y los que así se dicen llamar católicos. Además, la falta de liderazgos en la línea que viene proponiendo el Papa desde Roma, también hace mella a los cambios que Jorge Bergoglio quiere que se lleven en las Iglesias del mundo entero.


Pietro Parolin, secretario de Estado del Vaticano, ya no necesita que le cuenten de terceros lo que está pasando en México. De primera mano tiene un diagnóstico de la realidad, tanto política como eclesial. Vendrán cambios de la jerarquía, unos por edad y otros porque así lo desee el Santo Padre. Pero algo es cierto, Roma hará todo lo posible para que México con su Morenita del Tepeyac siga siendo un faro dentro de las “grandes tormentas” que se viven en un mundo secularista y deshumanizado.






 




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