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Foto del escritorManuel Corral Martín

SANTA CRUZ, DÍA DE LOS ALBAÑILES




Hoy 3 de mayo es el día del albañil. La fecha coincide con la celebración de la Santa Cruz, porque según las crónicas, el 3 de mayo del año 292, Santa Elena encontró la cruz donde murió Cristo. En México, como parte del sincretismo entre la cultura española y la cultura del México prehispánico, los trabajadores de la construcción adoptaron la cruz para su celebración. La palabra albañil, es una voz arábiga, que viene de la palabra banni, que significa el que edifica y no tiene connotación despectiva. Albanni es el que construye. Los albañiles acostumbran colocar una cruz de madera adornada con flores y papel de china en lo alto de la fachada de la obra en construcción, previamente bendecida por un sacerdote. Después celebran con una comida en honor de su día, que normalmente suele costear el propietario de la obra.



Esta tradición data de la época colonial a partir de la formación de los gremios y según viejas crónicas fue impulsada por Fray Pedro de Gante. La celebración fue suprimida del calendario litúrgico por el papa Juan XXIII, sin embargo, los trabajadores de la construcción de México, siguen manteniendo viva dicha tradición. Dado el fervor religioso de los albañiles, el episcopado mexicano hizo las gestiones pertinentes para que en México continuara vigente la celebración de la Santa Cruz.




Aunque religiosamente el día de la Santa Cruz parece tener su origen en el día en que Santa Elena descubrió la cruz de Cristo, lo cierto es que el arraigo popular de la fiesta también proviene de ciertas celebraciones de los romanos. La historia, con mucho de leyenda, narra cómo el emperador Constantino I el Grande, en el sexto año de su reinado, se enfrentó contra los bárbaros a orillas del río Danubio, en una batalla cuya victoria se creía imposible a causa de la magnitud del ejército enemigo. Pero una noche Constantino tuvo una visión en el cielo en la que se le apareció brillante la Cruz de Cristo y encima de ella las palabras, "In hoc signo vincis" (Con esta señal vencerás). El emperador hizo construir una Cruz y la puso al frente de su ejército, que entonces venció sin dificultad a la multitud enemiga. De vuelta a Roma, averiguando el significado de la Cruz, Constantino se hizo bautizar en la religión cristiana y mandó edificar iglesias. Otras crónicas dan el mérito a la emperatriz Elena, esposa del emperador Constancio, padre de Constantino. Mujer de extraordinaria virtud, y perseguida por la idea obsesionante de encontrar la Cruz de Cristo, pidió a su esposo la autorización para demoler el templo dedicado a uno de los dioses del imperio romano, construido justo sobre el monte Calvario, pues estaba segura de encontrar la reliquia bajo el gran templo.


Conseguida la autorización, movilizó a muchos trabajadores de la construcción y efectivamente el 3 de mayo bajo los escombros aparecieron no una sino tres cruces por lo que dedujo que una debía corresponder a Cristo y las otras a cada uno de los ladrones crucificados a su lado. ¿Cómo saber cuál era la cruz de Jesús? Una idea cruzó por la mente de la emperatriz Elena: mandó llevasen a su presencia un enfermo que estaba agonizando. Le fueron colocando encima cada una de las cruces encontradas y cuando lo tocó una en específico recobró la vida. Ya no había duda: ésta era la verdadera cruz en que murió el Redentor del mundo. Por esta razón la emperatriz Elena fue canonizada, y se le venera como Santa Elena de la Cruz.



También se cree que la celebración del Día de la Santa Cruz se heredó desde la época prehispánica, no sin antes haber sido modificada por los evangelizadores españoles después de la Conquista. La celebración tiene su antecedente en los rituales practicados por las culturas precolombinas para la petición de lluvias y la obtención de buenas cosechas, que se efectuaban al inicio del ciclo agrícola, alrededor de los primeros días de mayo. Cuando los evangelizadores españoles llegaron al antiguo territorio mexicano, modificaron algunas de las creencias prehispánicas a efecto de que tuvieran similitudes con las de la religión católica. Durante la Colonia (1521-1821), el ritual prehispánico para la petición de lluvia a Tláloc, dios de la lluvia, se transformó en rezos para las buenas cosechas y se incorporó a la devoción de la Santísima Cruz, la cual se ubicó el primer domingo de mayo dentro del calendario católico, que es el mes mariano o de la Virgen María, día en que se le hace la petición a su hijo Jesús. Fue a partir del siglo XX, cuando la gran fiesta de petición para la buena cosecha se vinculó con mayor fuerza a la actividad de la construcción, tanto en los pueblos rurales como en las ciudades.





Pero no debemos olvidar que la cruz no es solamente un hecho histórico que se conmemora cada Viernes Santo o el 3 de mayo en México y otros países de América Latina. Si lo fuera, sería muy comprensible el que nos costara bastante trabajo dejarnos conmover por ella. La cruz a la que el Padre responde desclavando a su Hijo nos confronta permanentemente con la pregunta: ¿cómo es Dios poderoso en el sufrimiento y en la injusticia? Estamos acostumbrados a hacer una pregunta muy diferente, la de ¿por qué hay tanto sufrimiento en el mundo? Es cierto que llenamos esta pregunta con nuestro propio sufrimiento y con el de otros que hemos presenciado, pero la pregunta está cargada de riesgos. Cuando contestamos quizá que Dios “permite” estas desgracias para que “mejoremos”, ¿no estamos implicando que, si Dios lo permite, también nosotros podemos permitirlo? ¿Qué es lo que hemos dicho exactamente cuando decimos que Dios “permitió” o “mandó” que en un accidente automovilístico mueran una mujer joven y su bebé? El kerygma de la cruz no contesta a este tipo de pregunta, sino que nos obliga a enfrentar la pregunta del cómo del actuar de Dios en la desgracia y el fracaso. Esto es lo mismo que preguntar el porqué de nuestra esperanza. Esperanza que brota de la cruz y de la resurrección porque al “desclavar” Dios a su Hijo de la cruz, también nos ha desclavado a nosotros para seguir el proyecto del Reino confiando en el Padre, orando de forma frecuente, prolongada, oculta y solitaria y fomentando una ética del respeto, de la libertad, de la tolerancia, de la igualdad y sobre todo del amor a todos.



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