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¿Somos parte de la violencia?



¿Hasta cuándo vamos a seguir en este derrame de sangre inocente? ¿Por qué hemos

llegado a esta situación? Las causas pueden ser muchas. Pero no debemos olvidar que la violencia comienza en uno mismo. A veces, sin darnos cuenta de ello.


No hay día que no se mencione en algún medio de comunicación la influencia del narco en la política. A raíz del proceso electoral y durante el mismo, de inmediato se alzaron muchas voces denunciando su presencia y apoyo a las campañas y a sus candidatos en ciertos estados y municipios del país. Nada sorprendente si lo vemos desde una óptica de violencia y muerte que se viene desatando en los últimos tiempos en México. Con cierta timidez, algunos medios eclesiásticos, léase boletines parroquiales, y principalmente en los medios digitales que las Iglesias regentan, se habían escuchado voces alertando de la presencia del narco en las campañas políticas. Pero, hace unos días el obispo de Chilpancingo-Chilapa nos vuelve a sorprender diciendo que algunos municipios de Guerrero van a ser gobernados por los narcos.


Conociendo a Mons. Salvador Rangel Mendoza, al que le gustan los reflectores de la prensa, no nos extraña su comentario. Anteriormente ya había sido noticia nacional cuando nos informó que había dialogado con “ciertas personas” para tranquilizar la capital del Estado ante la ola de violencia que se vivía. Sus palabras suscitaron todo tipo de comentarios, unos a favor y otros en contra. Tanto así que el mismo Nuncio tuvo que pedirle explicaciones porque al parecer a alguna autoridad gubernamental no le gustaron sus comentarios. A modo de “profecía” y dentro de una misa celebrada para pedir por el retorno de un ingeniero desaparecido semanas atrás, afirmó: “como Obispo se los digo con mucha tristeza y con mucha responsabilidad: creo que viene un tiempo en que vamos a ser gobernados no por los políticos, sino por los narcos porque ya se han hecho arreglos”.



No sabemos a ciencia cierta la información que tendrá este Obispo y que tan verdad será. Sin embargo, sus palabras hacen eco de lo que vive la población en esa tierra que día con día es noticia por la violencia, las muertes y desapariciones. Pero la pregunta que se hace el ciudadano de a pie todos los días es: ¿qué está haciendo el gobierno, es decir, la Guardia Nacional, el Ejército, la Marina y todas las fuerzas policiales para evitar tanta desolación y muerte donde debería reinar la paz? Guerrero, Guanajuato, Veracruz, Oaxaca, Tamaulipas, Tijuana… Y, ¿qué ciudad de México no está sufriendo la violencia? Unas más que otras, pero el miedo y el terror se ha desatado por doquier. Se habla de un Estado fallido tanto en medios nacionales como internacionales. No pocos afirman que México va a la deriva. Aunque nuestras autoridades no se cansan de decir que todo marcha “viento en popa”. Sin embargo, la realidad es otra. Se han hecho estudios de todo tipo para buscar y analizar las raíces de estos hechos. Si bien los diagnósticos son certeros, los remedios, hasta el momento, no han dado los resultados esperados. Para colmo de la realidad, en los últimos días hemos visto la muerte indiscriminada de civiles que sin temerla ni deberla, se vieron envueltos en refriegas de grupos delictivos y pagaron con su vida.



¿Hasta cuándo vamos a seguir en este derrame de sangre inocente? ¿Por qué hemos llegado a esta situación? Las causas pueden ser muchas. Pero no debemos olvidar que la violencia comienza en uno mismo. A veces, sin darnos cuenta de ello. No es nuestra intención querer analizar en profundidad la situación que vive el ser humano en una realidad cambiante de manera acelerada. Creemos que la soledad se ha convertido en una de las plagas más graves de nuestra sociedad. Es cierto que podemos construir puentes y autopistas para comunicarnos con más rapidez. Lanzar satélites para comunicarnos con más rapidez y alcanzar otros planetas.


Sin embargo, muchas personas están cada vez más solas. El contacto humano se ha enfriado en muchos ámbitos de nuestra sociedad. La gente no se siente responsable de los demás. Cada uno vive encerrado en su mundo. Ya no es fácil el regalo de la verdadera amistad. Hay quienes han perdido la capacidad de llegar a un encuentro cálido, cordial, sincero. No son capaces de acoger y amar sinceramente a nadie, y no se sienten comprendidos ni amados por nadie. Se relacionan cada día con mucha gente, pero en realidad no se encuentran con nadie. Viven con el corazón bloqueado. Cerrados a Dios y cerrados a los demás. En definitiva, ya no nos comunicamos. Es más, un mayor número de gente hace a un lado a Dios. En lugar de verlo como un aliado, lo ven como estorbo para sus propios planes. Si aunamos a esto, el excesivo materialismo y activismo, poco tiempo nos queda para cultivar los dones y valores que deberían ser nuestra prioridad.





Sin exculpar al gobierno de turno, no debemos olvidar que México lo formamos todos los que vivimos en este maravilloso país. Si no nos hacemos responsables de nosotros mismos y de los demás, las consecuencias no se hacen esperar y los hechos están a la vista: violencia, muerte y soledad. ¿Hasta dónde estamos dispuestos a participar activa y responsablemente para erradicar la violencia que todos generamos?





 




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